El 19 de julio de 1936, un grupo de mineros de la provincia de Huelva, prácticamente indefensos, se desplazaron hasta Sevilla para defender el orden constitucional de la República. La Guardia Civil les tendió una emboscada asesinando a 25 de ellos. 68 más fueron ejecutados tras un Consejo de Guerra.
Esta es la historia de un grupo de mineros que sacrificó su vida por la República. Pero también es la historia de una traición. La del comandante de la Guardia Civil Gregorio Haro Lumbreras, que condujo hasta la muerte a una columna formada por alrededor de 500 mineros. Una columna que se había formado espontáneamente durante el 18 de julio y que decidió sin más medios que las escasas armas que habían confiscado y la dinamita de sus almacenes ir a defender a la República hasta Sevilla, donde las tropas de Queipo de Llano habían entrado a sangre y fuego. Es la historia de la columna minera que entregó su vida en La Pañoleta (Camas, Sevilla).
«La reacción de los mineros de la provincia de Huelva en defensa de la República tiene una importancia enorme. Fueron los únicos que consiguieron inquietar los planes de Queipo de Llano. Quizá por ello la venganza fue brutal. 25 personas murieron en el momento, 68 fueron fusilados tras un Consejo de Guerra y 6.000 personas fueron asesinadas en toda la provincia de Huelva», narra a Público Francisco Espinosa, historiador y autor de la obra La justicia de Queipo.
Cuando el 18 de julio de 1936 el golpe militar llega a España, un grupo de mineros de la cuenca minera de Huelva (Nerva, Río Tinto, Valverde, Peña de Hierro, Mesa de los Pinos, San Juan del Puerto, Zalamea la Real, Campillo, entre otros) requisó coches, camiones, maquinaria agrícola, dinamita y todas las escopetas de caza y se organizó en milicias para defender al Gobierno republicano salido de las elecciones de febrero de 1936.