MARÍN, Felipe

Único superviviente y testigo del fusilamiento masivo de San Gregorio en el tercio de Sanjurjo:

<<El día 27 de septiembre «los legionarios de Palafox prestaron juramento de fidelidad a España, ante todas las autoridades militares y civiles en la explanada de San Gregorio. Por la tarde desfilaron por las calles de la ciudad entrando por el puente de Piedra, calle San Jaime I, plaza de la Constitución, Independencia, Alfonso Iy plaza del Pilar. El desfile fue una gran manifestación de entusiasmo.»

-Sí, estuvimos en San Gregorio,- explica Felipe Marín a INTERVIÚ – un mes como soldados legionarios. El día uno de octubre la Bandera Palafox, fue a Almudévar. Nos dijeron (rumores de los soldados) que íbamos a tomar Leciñena. Dormimos en una granja que llamaban “del gobierno”. A la mañana siguiente, sin atacar, nos subieron, otra vez a los camiones y regresamos a San Gregorio. El día 2 de octubre comenzaban los fusilamientos.

Felipe Marín no sabe qué ocurrió aquel día. Las versiones son variadas. Unos apuntan a qu hubo un intento de deserción por una gran mayoría de los que formaban la Bandera; otra versión es que este intento de pasarse a los republicanos fue detectado por los servicios secretos gracias a un chivatazo del corneta.

-A las nueve de la mañana de ese día 2 – sigue explicando Felipe Marín- nos dijeron: «A formar sin armas». Pasamos a unas naves de la Academia, acuartelados, y alrededor de las 12 del mediodía entró un legionario de los que habían venido de Africa. Con un cuchillo y una bandera de la Falange, en la puerta, dijo:«Venga, veinte tíos fuera». Claro, veías aquello… ¿quién iba a salir? El africano pinchó a varios compañeros hasta que consiguió sacar a veinte. Fuera había otro legionario, de los de Africa, que te cortaba las hombreras de la camisa, que es dónde llevábamos la insignia de la Legión, te arrancaba las medallas y otros objetos. Desde allí nos llevaban a la parte posterior de la Academia, a unos 100 metros. Te ponían en fila y te mataban.


Me tocó el tercer grupo. En el segundo había muerto mi hermano. Cuando nos estaban colocando en fila le dije a Eustaquio García, amigo del pueblo: «Ven aquí que moriremos juntos». Nos pusimos juntos. Cuando venían las balas por el camino, así puedo contarlo, el que mandaba el pelotón era tan pequeño como yo y ya bajaba la mano para dar la señal entonces… eché a correr. Morían los diecinueve compañeros y poder escapar  fue cuestión de décimas de segundo. Durante más de dos kilómetros (la cuesta que hay en la Academia era toda rasa, sin un solo árbol, no pude esconderme. Me tirarían …. ¡que sé yo! Doscientos mil tiros; pero pasaban por todos los sitios menos por donde estaba mi cuerpo. Oía silbar las balas. No me cazaron. Bajé la vega del río Gallego y ya no me vieron. Era octubre. Los maíces habían crecido mucho. Me escondí entre ellos. Atravesé la vía férrea que va desde Zaragoza a Huesca y, segundos después, se detiene una máquina de tren abarrotada de falangistas. Al parecer habían hablado desde la Academia con la estación y salió un pelotón a buscarme. Vi como se dispersaban por la vía (estaba escondido entre los maíces) y oí: «Tiene que pasar por aquí» pero ya había pasado. 

Me metí en un cauce de agua que riega la vega del Gallego. Las laderas eran tan altas que no podía subir. Agua abajo pude llegar a una tajadera de regadío. Crucé el Gallego como pude. Los falangistas, al parecer, sabían que tenía que cruzar la carretera de Perdiguera. La había hecho, minutos antes, cuando se detuvo un camión, me vieron y dispararon. Era el atardecer y pude escabullirme entre los montes de Zuera. A la mañan siguiente iba por un barranco, a las 11 horas, y me echaron el alto. ¡Otra vez los falangistas! Me cogieron. En la declaración no sabía que decirles y les conté una historia tan mala que … con los ojos vendados me llevaron a Villamayor. Expliqué el mismo cuento a un señor que no veía. Les dijo a los falangistas: «Bah.. sacadlo por ahí..» Me llevaron hasta una peña que hay en el pueblo y .. «Ya has visto los que ha dicho el coronel. Si dices la verdad aún te puedes librar; de lo contrario … vas a morir». No vi otra escapatoria y conte la verdad. «Me he escapado del paredón».

Otra vez ante el coronel. Ya me habló de otra forma. Vió que iva descalzo y casi desnudo (me quité la ropa para cruzar el río Gallego) y dijo: « Al menos dadle unas alpargatas». Las del médico. No había otras. Inmediatamente me enviaron a la Academia.

Allí, en Capitanía, fui llevado en presencia del Capitán Arazur que era el de mi compañía. La Bandera había realizado un supuesto táctico, yo había sido el primero en subir y bajar una cota, me había dado cinco pesetas de premio después de felicitarme y de eso él me conocía. Cuando me vio, dijo: «Hombre, Marín, sabía que se había escapado uno, pero no que eras tú. No te preocupes que no te va a pasar nada». Estuve un mes en el calabozo de la Academia. Los fusilamientos duraron nueve días. Todas las mañanas escuchaba lo que dos días antes había evitado escapando. Exclamaciones, gritos cuando sacaban a los compañeros a fusilar: ¡Ay mi padre, mi madre! Sonaba la descarga. Siempre alrededor del mediodía.

La prensa jamás volvió a hablar de la 2ª Bandera de la Legión Sanjurjo, la de Palafox. Ni una referencia. Tan sólo el día 6 de octubre este suceso: «Los legionaros Gregorio Rada y José Cabrezos al subir a uno de los tranvías para incorporarse al campamento de San Gregorio, fueron invitados por un paisano para que desertara, pero lejos de atenderle lo detuvieron, presentándolo en la comisaría de Vigilancia. Felicitamos a los citados legionarios por su patriótico comportamiento».

Al día siguiente se convocaba una misa en la Basílica del Pilar «por el eterno descanso de las lamas de los jefes, oficiales y soldados legionarios en campaña».

Felipe Marín, único superviviente, junto con los cien legionarios que componían la sección de servicios que no fueron fusilados, recibió un mes después la visita del brigada legionario Zarza: «Marín, venga con nosotros». Ese día aún comí allí..con los que no habían sido fusilados. Por la tarde recibí instrucciones: «Mira Marín, tú ya no puedes ser nunca un buen legionario porque te han matado al hermano y tú has pasado muy malos días .. Hemos decidido, pasarte a la Falange». (Yo,  pensé, ¡otra vez con la Falange!, pero no había otro remedio). Entonces, el teniente López de Cariñena me entregó al teniente coronel Urrutia que mandaba en la Falange de Aragón. Se portó bastante bien. Le conté el caso y dijo quitándole importancia: «Nada, esto hay que olvidarlo. La guerra, es la guerra; y de ahora en adelante serás un buen falangista».

Me llevaron a Castillejos. Un mes después ya tenía destino: cubrir las bajas en la sierra de Alcubierre. Salimos dos camiones. Uno dio la voltereta en la plaza de Aragón. De los 22 que viajábamos, 18 resultamos heridos. En el hospital, tres días después, dos falangistas que ocupaban las camas de mi derecha e izquierda, comentaban el fusilamiento. Unos de ellos decía: «Se nos escapó un sujeto que era muy bajo. ¡No he visto tío que corriese más!. Le disparamos mil veces y no lo tocamos. Yo estaba callado, sin rechistar. ¡Quién les decía a aquellos dos que el fugado era yo ¡.

Repuesto de las heridas me enviaron definitivamente a la sierra de Alcubierre. Había una balsa de agua,  para lavarse, ente los dos frentes. La leyenda era que allí los “rojillos” cogían mucha gente, que tuviésemos cuidado. Pensé: ¡A ver si me cogen! Y así fue. Estuve trece meses con la Brigada de Miaja en Madrid. Los falangistas me cazaron nuevamente, en Peraleda (Badajoz). Me llevaron a Mérida y desde allí, al Picadero donde estábamos 5.000 hombres en un palmo de terreno. Fui trasladado a Pamplona. En la cárcel me encontré con mi otro hermano que estaba en cocina. Dos meses después, a mediados de 1937, el juez me dice que si no tengo dos avalistas del pueblo, con los informes del alcalde no saldré nunca del talego. Le digo: «Pero ¡hombre! Como no los voy a tener. ¿Usted cree que nos han matado por malos?.. pues no lo sé ni yo». Tuve avalistas, y a la víspera de San José me fui a casa. Tres mese más tarde, la Caja de Reclutas me llama y me envían a Bilbao para hacer la “mili”. ¡Depués de todo lo que había pasado!.>> [01]

Fuente: Hemeroteca de Interviú: VER