Lucio Torres Sesma

In Memoriam:

Torres SesmaLucio Torres Sesma, testigo y documento histórico en vida de los atroces asesinatos sufridos en Sartaguda durante los meses del verano de 1936, fallecía el viernes 7 de Mayo habiendo cumplido 88 años de edad. Hemos perdido un icono en la lucha por la recuperación de la Memoria. El Parque de la Memoria y él contituían un mismo elemento de nuestro paisaje cotidiano.
Nació un 2 de Marzo de 1922 en ese coto feudal que fue Sartaguda, donde las tierras eran del Duque y los que eran como él, niños yunteros, «con el cuello perseguido, por el yugo para el cuello», dependían de la brutalidad, de la arbitrariedad y el caciquismo encarnado en la figura del Administrador.
En el campo, estando escondido tras ser avisado, con tan sólo 14 años vio cómo prendían a varios vecinos, que poco tiempo después serían fusilados. Vió, oyó, escuchó, sufrió y grabó en su memoria de tal modo que era un documento de la historia oral, que le permitió transmitir este tipo de fuente primaria, junto con otros, al historiador navarro Jimeno Jurío.
Casó con Consuelo Sesma, mujer que tenía tres hermanos fusilados y cuyo padre estuvo años en el penal del fuerte de San Cristobal ,de donde fue liberado para vivir un tiempo escaso con lo poco y los pocos que le dejaton. Después vinieron los largos, duros y oscuros años de la dictadura, la ilusión de la transición, y ya al final de su vida la Recuperación de la Memoria y la construcción del primer Parque de la Memoria de toda España, en Sartaguda, que fué para él un renacer, cuando todo le indicaba que no le quedaba nada por vivir. Su ilusión era contagiosa y sus ganas de vivir, para contar, describir y descubrir sus recuerdos a los visitantes del Parque a los que enseñaba con emoción y conocimiento.
En la más estricta intimidad le despedimos en el cementerio de Pamplona con los acordes del Adagio de Albinoni, mientras las cortinas ocultaban el féretro que se deslizaba hacia la eternidad. Me quedé entonces con el imborrable recuerdo de aquella persona entrañable que cuando subía del campo, azada al hombro, y siendo yo un niño, se detenía donde yo estaba para jugar un momento conmigo. No te olvidaremos.
 
Fernando Martínez Ochoa