Mártires

La Iglesia ha beatificado a 522 religiosos de la Guerra Civil sin importarle (como tanto suelen decir ellos) «despertar los viejos fantasmas» de aquella gran matanza.

Opinión / El País (Manuel Vicent): VER FUENTE ORIGINAL

Las dos Españas enfrentadas en la Guerra Civil produjeron la misma cosecha de mártires, de uno y otro bando. Desde entonces persiste una profunda cicatriz que aún supura, porque unos mártires están en el altar y otros en la cuneta; a unos los envuelve un coro de ángeles en el cielo, a otros solo les cantan los pájaros en los árboles. El olor a cera e incienso perfuma los pies de escayola de los mártires beatificados; pero los enterrados en los barrancos reciben el aroma de las plantas silvestres, la lavanda, el anís, el tomillo y el espliego. A los mártires de la Iglesia les rezan los fieles de derechas; a los asesinados del otro lado las plegarias las trae el viento que dobla los narcisos salvajes sobre su memoria. 

En los retablos barrocos envueltos en falso oro, las hornacinas cobijan a los religiosos que fueron vilmente asesinados; los mártires laicos, alcaldes, maestros, obreros, funcionarios y militares demócratas, que cumplieron con su deber y cayeron después de la victoria bajo los fusiles en las tapias de los cementerios solo son glorificados por el sol, que al amanecer y al final de la tarde les ofrece con el incendio de las nubes un retablo de oro puro. A simple vista parecía un acto fanático y provocativo. En medio de la crisis social y política que azota y divide a este país, la Iglesia se ha marcado el farol de beatificar a 522 religiosos asesinados en la Guerra Civil sin importarle en absoluto despertar y poner al día los viejos fantasmas de aquella gran matanza entre hermanos. Durante la ceremonia el papa Francisco mandó un mensaje aséptico, sin atreverse a tocar el hueso. Por lo visto es más fácil echar mermelada sobre los pobres, dejar de calzar las sagradas pantuflas, enfrentarse a los cocodrilos de la curia, montar en coche utilitario y mezclarse entre la multitud sin temor a un atentado que aludir, aunque solo fuera de pasada, a los mártires que generaron los crímenes del franquismo. Es imposible que un argentino no encontrara las palabras siquiera ambiguas, si no es por el miedo cerval a molestar a una derecha dura, que es tenaz con su ideología. Pero, después de todo, lo peor no es esto, sino que un día volverá al poder la izquierda y atrapada en el mismo miedo tampoco va a hacer nada para que cese de una vez esta ignominia.

NOTA DE PARQUE DE LA MEMORIA:

Hace tan solo dos años un sacerdote de Sartaguda, el pueblo de las Viudas y localidad anfitriona del Parque de la Memoria, proscribió «preventivamente» desde el mismo Tanatorio la entrada de un ataud de Severiano Martínez, un hijo de asesinado, por estar orlado con la bandera republicana. Ese sacerdote sugirío el «plan B» a la familia. «Si queréis un responso en el cementerio, pero así no entra a la iglesia». Siete décadas antes a su propio hermano lo sacaron de la misma iglesia para matarlo los sublevados contra la República que tenía la tricolor como bandera legítima. La famila reconsideró la ceremonia religiosa ante el ofensivo veto del sacerdote y decidió oficiar una despedida 100% laica y civil. No había trato posible con una iglesia cómplice entonces y cómplice ahora. Honras fúnebres le dicen. Terrible.