1978-1980 Archivo Interviú

Recogemos tres artículos de hemeroteca de la revista Interviu, por orden cronológico, a saber:

1) 1978/12/21 Interviú N.136 .NAVARRA, 1936 (1). Fusilados «por Dios y por España». Por DIONISIO GIMENEZ PLAZA
2)  NAVARRA 1936 (2) Los verdugos de la Cruzada. Por DIONISIO GIMENEZ PLAZA.
3) 1980/01/03 Interviú N. 190. 17 Pueblos recuperan 211 cadáveres. Legionarios fusilados por falangistas

 

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1978/12/21 INTERVIÚ N.136 

NAVARRA, 1936 (1)

Fusilados «por Dios y por España»

Por DIONISIO GIMENEZ PLAZA

En el mes de abril de 1936, el general Mola –artífice del levantamiento militar en Navarra- había escrito una circular firmada con el seudónimo de El Director, y distribuida a los militares decía: “… se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo. Desde luego serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos contrarios al movimiento, aplicándoseles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía…”

Esta es la historia de algunos de estos castigos ejemplares.

Hemos sido testigos de un patético ritual, de una de las escenas más dramáticas de la Historia de este país; los fusilados en los meses que precedieron al levantamiento militar, y arrojados a las cunetas de las carreteras, a las fosas comunes y a los barrancos están siendo extraídos de sus tumbas. Es un trabajo terrible y grande a la vez, que están desarrollando los familiares y vecinos de los pueblos, la mayoría personas mayores que vivieron en su piel eses paréntesis sangriento. Un grupo, constituido en Gestora pro fusilados del 36, dispone de un amplio “dossier” donde uno puede comprobar que las indicaciones del general Emilio Mola Vidal, y la Junta de Gobierno se cumplieron generosamente; cada vez que los vecinos arañan el monte, aparecen esqueletos con el tiro de gracia en la nuca. Algunos de ellos son irrecuperables, están cubiertos por toneladas de hormigón, otros han desaparecido para siempre. Todos tienen en común su muerte lejos del frente, el “paseillo” en la madrugada y la tumba anónima.


PERALTA 4 DE NOVIEMBRE

“Al fin ha llegado el día que todos esperábamos; la vuelta a la casa de nuestro seres queridos, que en medio de una violencia incomprensible fueron vilmente asesinados. Estos hombres y mujeres fueron bautizados en esta misma pila, como hemos sido nosotros..”

En frente del altar, desde donde habla el cura de Peralta, hay una larga fila de ataúdes que se prolonga hasta la puerta. A uno y otro lado, en los bancos de madera de la iglesia, familiares y amigos, antiguos republicanos o simplemente curiosos guardan silencio. Un silencio repleto de tristeza, de recuerdos. Todos están emocionados. Dominados por una tensión que ni los buenos oficios de los celebrantes religiosos logran neutralizar. El cura sigue hablando: “La iglesia consciente hoy de su misión de madre, los recibe con el amor que un día no quiso prodigarles. Nuestra intención, hoy, es la de tocar a las puertas de cada corazón, para que lejos de ..” Luego lee la larga lista de fusilados: “Te pedimos, hoy, que nuestros hermanos fusilados en el 36 aquí presentes; por mi padre, Valentín Vidondo Itúrbide,  y sus compañeros: José Legaz Castillo, José Legaz Silvestre, Julián Pérez Osés, Ricardo Zabal, Victoriano Irisarri Itúrbide..” . La lista se prolonga indefinidamente.

Los nombres de los fusilados resuenan en el espacio cerrado de la iglesia como un manotazo.. Estas gentes se han pasado meses buscando a sus familiares por los lugares más increíbles. Algunos pasan de los sesenta años. Y hay quienes no pueden andar, permanecen apoyados sobre los asientos, vestidos con la mejor ropa para las ocasiones.

En Navarra los curas fueron delatores, y cuando no,  cómplices directos de los fusilamientos. Por ejemplo en Peralta, una de las personas más insaciables en la represión fue el párroco Tomás Biurrum Sutil. Era un intelectual, doctorado en Roma y profesor de seminario. Había escrito libros importantes sobre el arte románico, pero cuando el alzamiento se entregó por completo a la conspiración y fue culpable de muchas muertes.

Estamos conversando con testigos directos de la represión en Navarra.

La mayoría forman parte de la Gestora pro fusilados del 36. Estos llevan mucho tiempo reconstruyendo las circunstancias de los fusilamientos masivos que siguieron el alzamiento. Ellos tienen toneladas de información, datos y las pruebas necesarias. Continúan: – Otro sacerdote significado fue el de Murchante, Pablo Enero. Se levantaba al amanecer e iba a la plaza del pueblo cada mañana. Cuando veía que los fusileros regresaban de matar, preguntaba. ¿Qué, cuantos hoy?. Cuando le respondían, este contestaba: ¡Poco número!, ¡poco número!. Mira, es una frase que todo el pueblo conoce, se nos ha quedado grabada. 

Muchos de los que mataron en los días posteriores al levantamiento militar no tenían nada que ver con la política. Se mezclaron los intereses personales con el revanchismo y la venganza. Todos esto junto dio paso a crímenes monstruosos. Como el caso de Tafalla.


CINCUENTA Y OCHO REPUBLICANOS POR UN CARLISTA.

«Yo tenía dieciocho años, cuando estaba en la cárcel. Aquel día era veintiuno de octubre. Unos días antes habían traído del frente a dos muchachos que eran de derechas, uno era hijo del alcalde… púes bien,  los carlistas  sacaron a todas las personas que estaban en la cárcel; eran en total cincuenta y ocho. En la noche del día veinte los subieron en los autobuses y los llevaron a Monreal. Estuvieron maltratándolos toda la noche.., luego los fueron matando uno a uno. Recuerdo que en mitad del campo colocaron un confesionario; después de confesar, les pegaban el tiro de gracia en la nuca. Estos fusilamientos se hicieron por venganza y para que sirvieran de advertencia.»

Con este grupo , fusilaron también a los hermanos Chivite, del pueblo de Peralta. Es un caso que recuerdan de forma especial…

Se llamaban Juan y José Chivite Osés, uno tenía dieciocho años y el otro veinticuatro. Ese último se casó en la cárcel; querían celebrar la boda por lo civil, pero los obligaron a hacerlo por la Iglesia.

El día que los desenterraron, junto al cadáver de José aparecieron 13 monedas que sus familiares le entregaron como regalo de boda. En plena actividad de excavación ocurrió esta escena increíble; una hermana de ellos colaboraba en los trabaos. Al sacar al hermano menor exclamó: ¡Que pena, si parece un chiquillo! – luego, cuando terminaron  de limpiar de tierra el cuerpo, comenzó a gritar: ¡Es mi hermano, es mi hermano! – Otra mujer, Esperanza, exclamó: Sí, es Chivite.

-¿Conoce usted a mí hermano?

-Como no voy a conocerlo – contestó – si estuve con él en la cárcel. Nos escribíamos cartas de amor.

Chivite apareció junto con otro cadáver, el de Juan Bemejo Rox, que también se casó en la prisión. Ambos iban unidos con un alambre atado a la altura de los antebrazos. El lugar exacto donde los mataron está situado entre la carretera y  un río, junto al barranco de Monreal. Los vecinos tienen una lista de 58 y desenterraron a 72. Aquello es un verdadero cementerio anónimo. Seguimos.


LOS FUSILADOS POR CRISTO REY

A los cinco días de aquellas muertes, el día de la procesión de Cristo Rey, trajeron al mismo lugar a cinco hombres y a una maestra de la Normal de Pamplona. Testigos involuntarios explican lo que vieron:

Estábamos trabajando en una viña. Oímos los tiros, y cuando llegamos, ya estaban muertos. Los falangistas nos dijeron: ¡Esperad aquí!, que vamos a traer a una loca que no para de gritar, la vamos a matar y la enterraremos aquí con los demás. Así lo hicieron. Después que escuchamos los disparos y la mujer dejó de llorar, fuimos a buscarla. Recuerdo que sólo llevaba un pijama con unos melocotones bordados en la camisa. La mujer estaba embarazada y, a pesar de su estado, la habían reventado a golpes después de violarla varias veces. Más tarde supimos que a su marido también los mataron unos días antes que a ella.

Los que asisten a la conversación mueven la cabeza afirmativamente. El hombre continúa:

Lo recuerdo bien, aquel día estaba lloviendo y los fusileros no se bajaron del camión. Desde la cabina les disparaban como si fueran conejos. Ahora, cuando los hemos desenterrado, han salido los cinco juntos. Los hombres eran de Ibero y Orotbia. Uno de los fusilados llevaba una dentadura postiza que un hijo de él reconoció enseguida.

Para más INRI, en el Registro Penitenciario de Pamplona, estas personas figuran como “liberados”. Lo que ocurría es que les daban la libertada para luego volver a detenerlos y, acto seguido, matarlos. De esta forma, las autoridades de la cárcel disimulaban sus responsabilidades, cuando, en la mayoría de los casos, los presos no salían ni del recinto penitenciario.

El mayor número de fusilados coincide en Navarra con los pueblos que tenían problemas de tierras, los jornaleros reivindicaban la ley de la Reforma Agraria, que debía ser aprobada por las Cortes. Algunos terratenientes controlaban pueblos enteros, por eso la represión más dura se dio en el valle del Ebro y en la Merindad de Olite. Al pueblo de Sartaguda, que era prácticamente del duque del Infantado, lo conocen en la zona como el “pueblo de las viudas”. De 1.200 habitantes fusilaron a 86. lo que se pretendía era eliminar a todos los jornaleros, que eran los más conflictivos, y los que, durante la República, se habían enfrentado con los señores. La Gestora pro fusilados tiene la relación de los pueblos más castigados, que no es ni mucho menos definitiva: Pamplona, 250 fusilados; Mendavia, 100; Lodosa, 130; Azagra, 70; Olite, 50; Tafalla, 44; Larraga, 48; Peralta, 87. la mayoría de estos pueblos son municipios pequeños.

VIVA AZAÑA

A León Asis Oset – me explican – lo mataron el día veintiséis de octubre. Un día antes habían asesinado a su hijo y a un yerno, a los que enterraron junto con los de Monreal. Este hombre, cada que le pegaban, gritaba como respuesta: ¡Viva Azaña!, ¡Viva Azaña!. Le sacaron las uñas, le cortaron sus órganos genitales y después se lo llevaron a un campo de hierba seca, le prendieron fuego con gasolina, y el pobre corría dando unos alaridos terribles. Después, uno de sus verdugos le puso una chaqueta. Como les daba reparo cogerlo porque estaba carbonizado, lo envolvieron en paja y lo enterraron.

Su esqueleto salió quemado a la altura del cráneo y de las rodillas, y, efectivamente, cubierto por restos de paja. Todavía conservaba un trozo de chaqueta que le tapaba parte de la cabeza.

El 2 de agosto mataron a Jesús Lorente Pérez (el Milagros). Un testigo de su asesinato nos dice:

El Milagros era un vecino del pueblo de Milagro, se escapó y anduvo corriendo unos cuatro kilómetros. Lo perseguían por el campo una cuadrilla de diez falangistas, hasta que lo cogieron a la altura de los montes de Unzúe. Antes de que le dieran alcance le habían disparado más de cincuenta tiros, uno de ellos le dio en una pierna. Se puso un pañuelo y siguió corriendo. ¡No, matadme, por favor!, les decía, “hacedlo por mi hija de seis meses”. Lo ataron con catorce cuerdas de segadora y lo hicieron correr de un lado para otro, arrastrándolo por los sembrados. Después, cuando se cansaron, lo mataron allí mismo.

Hacía muy poco tiempo que Mola había dicho: “Las circunstancias gravísimas que atraviese la nación, debido a un pacto electoral que ha hecho que el Gobierno, sea hecho prisionero de las organizaciones revolucionarias, llevan fatalmente a España a una situación caótica, que no se puede evitar si nos es a través de la acción violenta”. El Capítulo que cierra este reportaje ejemplariza una violencia fascista.

ENCARNACIÓN RESANO FALCÓN

Los fusilamientos en el pueblo de Falce, el día 27 de octubre, fueron: Pedro Castillo Caballero, Agustín Rodríguez Yrisarri, Juan Ricarte Zoco, Pedro Urruz Carro, Gregorio Soto Pérez, Estanislao Yrigary Amatriaín, y la mujer Encarnación Resano Falcón. Sobre la muerte de esta última un vecino de su mismo pueblo dice:

Encarnación, debía tener unos sesenta años. Era sorda, pasó las procesión del Santísimo y ella no se giró, dándole la espalda. Creyeron, a pesar de que esta mujer era muy religiosa, que había despreciado a las autoridades, que presidían el cortejo. Inmediatamente, mataron al marido y a ella la encerraron en la cárcel. A los tres meses la sacaron, se la llevaron hasta la puerta del cementerio y allí le dispararon en el bajo vientre. La mujer lloraba, al tiempo que invocaba a la Virgen de las Nieves. La vio el guarda del cementerio, avisó al alcalde y al médico y estos la terminaron de matar a tiros. La mujer, cuando estaba en la cárcel, escribió una nota a sus sobrinas, que dice: “Hijas mías, ya no me veréis más. Voy con Dios, con quien estaré mejor”. Luego dijeron que la iban a meter en una caja. ¡Mentira! La colocaron entre dos hombres que habían fusilado la noche anterior. Uno encima y otro debajo, en una posición como si estuviera realizando el acto sexual..

Efectivamente. Cuando desenterraron estos cadáveres, aparecieron en esta posición. Las alpargatas de Encarnación habían quedado grabadas en la fosa. Su hijo estaba durante la extracción, y señaló (es mudo) inmediatamente los restos de su madre, que murió sin entender absolutamente nada. La reconoció por los trozos de vestido que llevaba puesto el mismo día que la asesinaron.

Las crónicas de este tiempo explican “que por aquellas fechas –un poco antes ó después, tanto da – estaban sentados Mola y garcía Escamez con sus esposas en el café Kutz de Pamplona. Estaban hablando del estado angustioso de España y de la urgencia de que los militares pusieran definitivamente coto a los abusos del Frente Popular.


NAVARRA 1936 (2)
Los verdugos de la Cruzada

DIONISIO GIMENEZ PLAZA.  Fotos : JOSEBA AZKOIEN (No reproducidas aquí)

Había que justificar el asesinato de millares de personas a las que les sorprendió el Alzamiento en Navarra y para esto se inventaron un nombre: la Cruzada. Falangistas y carlistas recurren a la religión para encubrir mejor a los muertos que, desde este 19 de julio de 1936, se iban a amontonar en las puertas de los caseríos y en los accesos de los cementerios. Más tarde llegarían los galardones; la laureada para los que habían fusilado más y mejor. Los próceres de la patria han llevado sus medallas exhibiéndolas en procesiones, actos y por la calle mayor del pueblo. Ha sido el único tributo de oscuridad con que les premió el franquismo por su trabajo como peones de la muerte.

Y esta  fue la factura por sus servicios prestados….

Larraga, 15 de agosto de 1936: -Yo sólo les puedo dar la razón de lo que ví: este día, a las dos de la madrugada, subieron a mi casa. Mis padres dormían en su habitación y mi hermana Maravillas y yo en otra. Subieron Julio Redín Sanz y el hijo del churrero, que vive todavía; uno era falangista y el otro requeté. Cuando le dijeron a mi padre que se levantar, mi hermana que era un poco mayor que yo, se vistió también y les dijo: “Yo voy con mi padre, quiero  saber que le hacen”, “Pues ven si quieres” – le contestaron…, Maravillas se vistió y se fue con ellos. A padre lo encerraron en la planta baja del Ayuntamiento y a ella la hicieron subir al piso. Todos la violaron …, ellos mismos lo iban pregonando por los bares del pueblo. El primero que lo hizo fue el propio secretario del Ayuntamiento.

Quien explica esto es la propia hermana de Maravillas, Pilar Lamberto.

Tengo buena memoria; era el día de la Virgen de Agosto. Los sacaron del Ayuntamiento y los llevaron a la cuneta del Moro. A padre (Vicente Marturet, conocido como Vicentón) lo pusieron un poco más adelante y a Maravillas la condujeron unos 25 metros lejos de mi padre, la desnudaron y repitieron nuevamente la orgía sexual. Después la mataron y abandonaron el cadáver junto a un enebro.

Otro testigo dice: “A Maravillas la descubrimos una semana más tarde por el olor. Los perros se habían comido sus dedos, por lo que tuvimos que matarlos. Tratamos de cogerla y enterrarla, pero no se podía. Trajimos gasolina de la trilladora de Ibiricu y la quemamos. No quedo nada de ella… .


LOS FUSILEROS ERAN JOVENES DE DIECIOCHO AÑOS

Formaban cuadrillas de 15 ó 20 personas, la mayoría jóvenes de dieciocho a veinte años, dirigidos por un jefe que era el responsable ante la Junta de Guerra de los fusilamientos que diariamente se hacían en los pueblos. Uno de ellos, quizá el más temible, se llama Timoteo Escalera, conocido también como el Cabo de la Muerte:

A mi me cortaron el pelo de parte de Timoteo Escalera, un guardia más malo que Nerón. Pero le juro que habría estado toda la vida dejándome cortar el pelo con tal de que hubieran dejado con vida a los hombres. No hay derecho a como nos han hecho vivir… .

Timoteo Escalera vive todavía. Fue una persona insaciable con los prisioneros republicanos. Su nombre evoca en la memoria colectiva de estas gentes toda la clase de crímenes, violaciones, torturas. Se destacó también por su obsesión de perseguir a las mujeres, a las que cortaba el pelo y a las que hacía beber aceite de ricino:

Nos mandaba al Ayuntamiento a trabajar. La mayoría somos esposas de fusilados por él. Nos hacía bordar crespones con las insignias de la Falange y de los carlistas. A cambio nos daba pan seco y chorizo podrido.

En Murchante, el cabo Escalera hizo también estragos. Allí mataron a dos hombres y luego ordenó a los del piquete de ejecución que se mearan sobre sus cadáveres. Sin embargo, la gente coincide con atribuir a Escalera un papel de peón: “El sólo cumplía ordenes – me dicen-, los máximos responsables ya no viven. Timoteo sólo sabía matar”. Y esto fue precisamente lo que hizo con el “Chifla”.

A Manuel Villar Osés, “El Chifla”, lo mataron el 30 de agosto junto con muchos más del pueblo de Olite. Un testigo de esta muerte nos dice lo que pasó este día:

A Manuel le tenían interés. Era un hombre entero, decidido, y que no escondía sus ideas. Lo perseguían desde hacía varias semanas. Al fin lo agarraron y lo fusilaron más tarde en Olite. Después de muerto hicieron con él lo que no se puede hacer con nadie. Le cortaron sus partes y se las metieron en la boca: “Ahora chifla – le decían-, ahora chifla …”. Reían como salvajes. En el Raso de Peralta mataron a cuarenta y nueve, entre ellos a los hermanos Pellejero, Aurelio y Emilio. El menor, de catorce años, al ver que se llevaban a sus hermanos en un camión quiso estar con ellos. Lo fusilaron también.

A veces se mataba por venganza personal. El número dependía de las personas influyentes del pueblo. Este fue el caso de “El Mediquen”. Los vecinos lo recuerdan muy bien: – Cuando mataron al hijo del médico en el frente, lo trajeron a Tafalla. Entonces su padre, como venganza, se las arregló para conseguir de la Junta de Guerra el permiso para “hacer un escarmiento ejemplar”. Los carlistas comenzaron a manifestarse y a pedir al alcalde que les entregara a los prisioneros. Al final sacaron a todos, dándoles golpes, y fusilaron a cincuenta y ocho. “El mediquen” dirigió personalmente el grupo que lo mató. Después de esto se convirtió en un criminal que mataba por cualquier excusa. Mandaba también los grupos que intervenían en otros pueblos vecinos.

Sin embargo, en Murchante –interrumpe un vecino del pueblo al que nos trasladamos – los responsables fueron los Cuberos, Victoriano Cuberos, varón de San Vicente.

El general Emilio Mola, nombró como hombre de confianza en la operación de saneamiento a Alejandro Utrilla, el que invistió con el cargo de inspector jefe de Requetés. A él y a Rada les dijo: “Ordeno que mañana mismo sea decretado el estado de guerra. Tú – dirigiéndose a Utrilla- debes movilizar a los requetés para la mismo hora .. Unos mil encuadrados en grupos de 50”. El inspector jefe de los Requetés se convirtió desde este momento en una pieza clave de la represión en todos los pueblos de Navarra.

LOS TERRATENIENTES, A LA BUSQUEDA DE REPUBLICANOS

Alejandro Utrilla se sirvió de los viejos rencores que la mayoría de los terratenientes albergaban contra los labradores por el litigio de las tierras. Los caciques se lanzaron a la primera oportunidad a delatar a los sindicalistas, en su mayoría afiliados a UGT y CNT. La Junta de guerra les dio carta blanca para hacer y deshacer a su antojo, lo que les permitió erigirse en jueces y verdugos. Este fue el caso del conde de la Unión, Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno; pero el que mayor responsabilidad tuvo en los fusilamientos de estos días fue el secretario del duque del Infantado, Ramito Torrijos Laguna; este había tenido con anterioridad enfrentamientos con los labradores, en los que tuvo que intervenir la Guardia Civil. Después del 18 de julio, este hombre dio rienda suelta a su venganza; se convirtió en el azote de los republicanos y en unos de los cabecillas de los fusilamientos. Valga un ejemplo: su pueblo, Sartaguda, lo llaman desde entonces  “el pueblo de las viudas”.

Otro terrateniente destacado en la represión fue José Sánchez Marco, que ocupaba en estos días del levantamiento militar los cargos de presidente en la Agrupación de Terratenientes de Navarra, del Partido Integrista y de Acción Católica. Estos tuvieron que ver con los hechos de Mendavia.

Aquí nos fusilaron a ciento treinta; ¿qué por qué? Mira tú, porque les dio la gana. Entraron los falangistas y carlistas y mataron al alcalde, concejales, secretarios, serenos, guardas forestales, peones camineros; en fin, a todos los que tenían algo que ver con la administración del municipio. Aquellos sí que fue una matanza…, nos tiraban como a conejos … Mola les había dicho que nosotros guardábamos las armas en el Ayuntamiento. No teníamos ni una escopeta….

En general, los historiadores han hablado de la complicidad de la Iglesia de Navarra con los fusilamientos masivos. Se cita con frecuencia el nombre de Azagra, como ejemplo del papel represivo de la Iglesia. 


FUSILADOS REPUBLICANOS EN EL VALLE DE LO CAÍDOS

Eran las vísperas de las fiestas patronales, el día siete de septiembre. Llegaron los falangistas y se llevaron a veintisiete vecinos, a los que fusilaron en Caderita, que es el pueblo más cercano. Los restos se los llevaron al Valle de los Caídos, sin el consentimiento de sus familiares.

Así es, por sorprendente que parezca. Las famitas han hecho un protesta formal para recuperar sus restos del monumento franquista. La Comisión gestora pro fusilados del 36 nos confirmó también este extremo. Andrés Echevarría nos informa: -Después de fusilarlos, comieron en el pueblo, y por la tarde se fueron a las fiestas patronales. Rindieron honores a la Virgen de Azagra con los mismos fusiles con que habían matado a los veintisiete unas horas antes.

Los fusileros dieron escolta también al entonces cura de Azagra, Santos Beguiristáin. Este cura – al que la gente lo relaciona con las 27 muerte – ha sido hasta hace poco tiempo director espiritual de Televisión Española, capellán del colegio de San Pablo de Madrid, consiliario diocesano de Acción Católica, el que celebraba las Misas para los investidos del Opus y, en fin, el artífice espiritual del “Misterio de Obanos”. Santos Beguiristáin vive actualmente en Obanos, a 15 kilómetros de la carretera de Estella.

A la Virgen de la catedral la llamaban la Virgen de los fusilados. El día veintitrés de agosto, después de una larga procesión en la que intervinieron las autoridades civiles y militares de Pamplona, llevaron a cincuenta y dos personas a fusilar a La Bardena.

La Bardena está situada en la carretera nacional de Zaragoza, después de pasar Catarroso. “Allí, en un corral de ganado los fusilaron a todos. Eran personas significativas de la izquierda, la mayoría médicos, abogados y maestros”.

Pues bien, entre los sacerdotes que ese día confesaron se encontraba el actual obispo de Bilbao, Antonio Añoveros – el de las homilías-. El fue, al parecer, quien confortó espiritualmente a los que iban a morir en el corral de La Bardena.

También hubo curas que se opusieron a la masacre de republicanos, entre ellos Lukus Aramendia, al que fusilaron por “rojo” en el valle de Allín. Al cura de Milagro, un pueblo donde hay 78 fusilados, se lo encontraron muerto, un día después de pedir clemencia para los prisioneros a los que iban a matar.

La Gestora nos facilitó una relación de responsables de las matanzas, algunos de los cuales ocupan cargos importantes en la vida pública. Sin embargo, faltan documentos –no testimonios- para publicarla.

Entre los que podemos citar figuran “El Chato de Berbinzana”. Un verdugo que se complacía con ridiculizar a los muertos después de fusilarlos. “El Chato” desencadenaba verdaderas “razzias” por lo pueblos de Navarra, llenando los camiones de republicanos. Otro que rivalizaba en crueldad con los prisioneros era “El Aguila Negra”. Este vive actualmente en Bilbao.

“El Aguila Negra” dependía directamente de la Junta de Guerra, es un falangista al que le mandaban las misiones más espectaculares, por ejemplo, cuando algún pueblo se sublevaba o mantenía resistencia al Alzamiento. “El Aguila” era un enfermo mental. A la mayoría de los que mataba los sometía previamente a toda la clase de vejaciones.

No ha sido fácil realizar esta extraña operación de retorno, pero ya es un hecho:

Naturalmente que hay gente a la que ha molestado que traigamos los restos de nuestros familiares, pero nosotros no pretendemos revolver. Bastante son cuarenta y dos años de angustia y de terror sin atrevernos a hablar, como si nosotros, fuéramos los malos, mientras ellos, los culpables, mandaban en todo y nos hacían la vida imposible. Eso sí, mucha pegatina roja con la laureada, refrotándonosla por las narices, reavivándonos las heridas. Y nosotros sin poder decir ni media palabra, porque si te plantabas la ikurriña, hacías política y “no hay que politizar”. Y en fiestas nos inundan el pueblo con banderas españolas, ¡ah, eso no es política! Ni lo ha sido durante cuarenta y dos años ni fue política el asesinato de tantas gentes en mil novecientos treinta y seis.

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1980/01/03 Interviu -N. 190

17 Pueblos recuperan 211 cadáveres
Legionarios fusilados por falangistas

Por Roberto Mendiluce

Hallar datos de un muerto o fusilado durante la Guerra Civil es tarea de gigantes. De miles de desaparecidos no hay ni rastro. Por ejemplo, 600 navarros, aragoneses y riojanos que integraron la Bandera de la Legión Sanjurjo fueron eliminados por los falangistas en Zaragoza. Sus familiares, sobre todo los navarros de 17 pueblos, acudieron ahora hasta el cementerio de Torrero, donde la excavadora sólo les devolvió los restos de 211 cadáveres. Un anillo, un mechero, una medalla, cualquier detalle rescatado quizá se transforme en una pensión. Es la mínima justicia posible. A través del relato de un sobreviviente, INTERVIÚ, logró actualizar aquel pasado de horror.

Seiscientos navarros, aragoneses y riojanos fueron fusilados en Zaragoza, Componían la Bandera de la Legión Sanjurjo. INTERVIÚ ha querido aportar luz a este hecho para que los trámites oficiales que se están llevando a cabo sean más fluidos, y las viudas puedan tener acceso a la simbólica cifra que el Gobierno ha estipulado. Para algunos será el único medio de subsistencia.

El frente más belicoso y sangriento de la guerra civil estaba ubicado, a finales de agosto, en las provincias de Zaragoza y Huesca. Zuera, Almudévar, Leciñena  Alcubierre, eran pueblos donde las fuerzas de choque republicanas y nacionales libraban violentos combares. La bandera de la Legión Valenzuela, mandada por el comandante Peñarredonda y nutrida de africanos, sufría numerosas bajas. El día 30 de agosto de 1936 las emisoras locales hacían público el siguiente comunicado: <Los que os encontréis nutriendo las filas del Ejército, los paisanos que por amor a la Patria estéis dispuestos a los mayores sacrificios, los que soñéis con una España grande y próspera, podéis ingresar, desde hoy, en la Segunda Bandera de la Legión General Sanjurjo (Palafox), cuya creación se inicia ante el gran número de los que solicitan formar parte de sus filas, acudiendo al banderín de enganche que se establece en el Castillo de la Aljafería, Cuartel del Regimiento de Infantería de Aragón, nº 17. Esta Segunda Bandera que lleva por nombre el del ilustre General aragonés, acepta en sus filas, al mecánico, al carpintero, al aristócrata, al perteneciente a la clase media, a todos, sin más limitación en lo físico que es condición precisa ser de constitución robusta, y en lo moral que sobre todos los sentimientos y pasiones esté el amor a la Patria. Alistaos pronto, la Legión os espera. ¡Viva España!, ¡Viva el Ejercito!, ¡Viva la Legión!>

Al día siguiente, 1 de septiembre, era creada la Segunda Bandera de la Legión <General Sanjurjo>. Este mismo día, la prensa local publicaba el siguiente recuadro: <ESPAÑOLES-ARAGONESES. Apresuraos a alistarse en la Segunda Bandera de la Legión General Sanjurjo; las gestas gloriosas de la antigua Legión serán continuadas por los que formen la Legión Aragonesa, donde encontraréis cubiertas vuestras necesidades por un haber de cinco pesetas. 

Los hombres sin miedo deben acudir pronto al banderín de enganche; no queremos pobres de espíritu; los apocados estorban; no se muere más que una vez; los que caen por la Patria viven eternamente en la historia.>

Pero ese 1 de septiembre, en muchos pueblos de Navarra y Aragón, las cosas iban por otros derroteros. Felipe Marín, único superviviente de la Bandera de Sanjurjo, que escapó del paredón cuando las balas ya silbaban, cuenta para INTERVIÚ su historia, la historia de 700 aragoneses y navarros que formaron la Legión Sanjurjo.

El día 1 de septiembre de 1936 nos llamaron al centro de la Falange del pueblo y nos dijeron estas palabras: <Mirad, aquí os estamos matando cada día a unos cuantos y, para evitar esto hemos pensado que os marchéis a la Bandera de la Legión Sanjurjo, que se forma en Zaragoza.> Fuimos apuntados cuarenta y dos. Nos trajeron a Zaragoza, pero cuando pasamos por Castejón, el que nos traía con el tren le dijo a un alférez de Requetés, que subió a nuestro vagón: <Mira, que gentecita llevo a la Legión>. Vimos la lista que le enseñó y se leía: <fulano de tal,  peligroso, revolucionarios, rojo, etc, etc, y no sé cuantas cosas más.> Con este expediente vinimos a la Legión.

El 17 de septiembre un diario local publicaba una amplia entrevista con los jefes de la Bandera Palafox <manda el comandante Amado Lóriga tres compañías de fusiles y una de metralletas, además de los consiguientes servicios auxiliares o sea un total de setecientos hombres. Con él comparten las tareas de organización los capitanes Arazuri y Snatandreu, los tenientes Salvo y López y los alféreces Beltrán y Viñuales.> El comentarisa explicas así los ejercicios de los nuevos legionarios: <Explanadas de San Gregorio, con sus barracones y puntos de acceso que recuerdan perfectamente el Dar Riffien marroquí. Allí hemos visto los “bisoños” de la Bandera Palafox adiestrarse concienzudamente para iniciar sus coqueterías con esa pérfida y trágica “novia” que, a diario, pone a buena prueba el temperamento temerario y audaz de sus pretendientes. Aragoneses, navarros y riojanos, en un apretado haz de patriotas y valientes, han acudido a engrosar las filas de la Bandera Palafox para acudir en apoyo de los que luchan por la Santa Causa de España…> Más adelante añade: <Nuestra llegada, mediada la tarde, sorprende un poco a estos “pretendientes de la muerte” que casi llegados a la vida militar apenas han tenido tiempo y ocasión de cambiar sus atavíos campestres por el evocador ropaje de la Legión.>

El día 27 de septiembre <los legionarios de Palafox prestaron juramento de fidelidad a España, ante todas las autoridades militares y civiles en la explanada de San Gregorio. Por la tarde desfilaron por las calles de la ciudad entrando por el puente de Piedra, calle San Jaime I, plaza de la Constitución, Independencia, Alfonso Iy plaza del Pilar. El desfile fue una gran manifestación de entusiasmo.>

-Sí, estuvimos en San Gregorio,- explica Felipe Marín a INTERVIÚ – un mes como soldados legionarios. El día uno de octubre la Bandera Palafox, fue a Almudévar. Nos dijeron (rumores de los soldados) que íbamos a tomar Leciñena. Dormimos en una granja que llamaban “del gobierno”. A la mañana siguiente, sin atacar, nos subieron, otra vez a los camiones y regresamos a San Gregorio. El día 2 de octubre comenzaban los fusilamientos.

Felipe Marín no sabe qué ocurrió aquel día. Las versiones son variadas. Unos apuntan a qu hubo un intento de deserción por una gran mayoría de los que formaban la Bandera; otra versión es que este intento de pasarse a los republicanos fue detectado por los servicios secretos gracias a un chivatazo del corneta.

-A las nueve de la mañana de ese día 2 – sigue explicando Felipe Marín- nos dijeron: <A formar sin armas>. Pasamos a unas naves de la Academia, acuartelados, y alrededor de las 12 del mediodía entró un legionario de los que habían venido de Africa. Con un cuchillo y una bandera de la Falange, en la puerta, dijo:<Venga, veinte tíos fuera>. Claro, veías aquello… ¿quién iba a salir? El africano pinchó a varios compañeros hasta que consiguió sacar a veinte. Fuera había otro legionario, de los de Africa, que te cortaba las hombreras de la camisa, que es dónde llevábamos la insignia de la Legión, te arrancaba las medallas y otros objetos. Desde allí nos llevaban a la parte posterior de la Academia, a unos 100 metros. Te ponían en fila y te mataban.

Me tocó el tercer grupo. En el segundo había muerto mi hermano. Cuando nos estaban colocando en fila le dije a Eustaquio García, amigo del pueblo: <Ven aquí que moriremos juntos>. Nos pusimos juntos. Cuando venían las balas por el camino, así puedo contarlo, el que mandaba el pelotón era tan pequeño como yo y ya bajaba la mano para dar la señal entonces… eché a correr. Morían los diecinueve compañeros y poder escapar  fue cuestión de décimas de segundo. Durante más de dos kilómetros (la cuesta que hay en la Academia era toda rasa, sin un solo árbol, no pude esconderme. Me tirarían …. ¡que sé yo! Doscientos mil tiros; pero pasaban por todos los sitios menos por donde estaba mi cuerpo. Oía silbar las balas. No me cazaron. Bajé la vega del río Gallego y ya no me vieron. Era octubre. Los maíces habían crecido mucho. Me escondí entre ellos. Atravesé la vía férrea que va desde Zaragoza a Huesca y, segundos después, se detiene una máquina de tren abarrotada de falangistas. Al parecer habían hablado desde la Academia con la estación y salió un pelotón a buscarme. Vi como se dispersaban por la vía (estaba escondido entre los maíces) y oí: <Tiene que pasar por aquí> pero ya había pasado. 

Me metí en un cauce de agua que riega la vega del Gallego. Las laderas eran tan altas que no podía subir. Agua abajo pude llegar a una tajadera de regadío. Crucé el Gallego como pude. Los falangistas, al parecer, sabían que tenía que cruzar la carretera de Perdiguera. La había hecho, minutos antes, cuando se detuvo un camión, me vieron y dispararon. Era el atardecer y pude escabullirme entre los montes de Zuera. A la mañan siguiente iba por un barranco, a las 11 horas, y me echaron el alto. ¡Otra vez los falangistas! Me cogieron. En la declaración no sabía que decirles y les conté una historia tan mala que … con los ojos vendados me llevaron a Villamayor. Expliqué el mismo cuento a un señor que no veía. Les dijo a los falangistas: <Bah.. sacadlo por ahí..> Me llevaron hasta una peña que hay en el pueblo y .. <Ya has visto los que ha dicho el coronel. Si dices la verdad aún te puedes librar; de lo contrario … vas a morir>. No vi otra escapatoria y conte la verdad. <Me he escapado del paredón>.

Otra vez ante el coronel. Ya me habló de otra forma. Vió que iva descalzo y casi desnudo (me quité la ropa para cruzar el río Gallego) y dijo: < Al menos dadle unas alpargatas>. Las del médico. No había otras. Inmediatamente me enviaron a la Academia.

Allí, en Capitanía, fui llevado en presencia del Capitán Arazur que era el de mi compañía. La Bandera había realizado un supuesto táctico, yo había sido el primero en subir y bajar una cota, me había dado cinco pesetas de premio después de felicitarme y de eso él me conocía. Cuando me vio, dijo: zHombre, Marín, sabía que se había escapado uno, pero no que eras tú. No te preocupes que no te va a pasar nada>. Estuve un mes en el calabozo de la Academia. Los fusilamientos duraron nueve días. Todas las mañanas escuchaba lo que dos días antes había evitado escapando. Exclamaciones, gritos cuando sacaban a los compañeros a fusilar: ¡Ay mi padre, mi madre! Sonaba la descarga. Siempre alrededor del mediodía.

La prensa jamás volvió a hablar de la 2ª Bandera de la Legión Sanjurjo, la de Palafox. Ni una referencia. Tan sólo el día 6 de octubre este suceso: <Los legionaros Gregorio Rada y José Cabrezos al subir a uno de los tranvías para incorporarse al campamento de San Gregorio, fueron invitados por un paisano para que desertara, pero lejos de atenderle lo detuvieron, presentándolo en la comisaría de Vigilancia. Felicitamos a los citados legionarios por su patriótico comportamiento>.

Al día siguiente se convocaba una misa en la Basílica del Pilar <por el eterno descanso de las lamas de los jefes, oficiales y soldados legionarios en campaña>.

Felipe Marín, único superviviente, junto con los cien legionarios que componían la sección de servicios que no fueron fusilados, recibió un mes después la visita del brigada legionario Zarza: <Marín, venga con nosotros>. Ese día aún comí allí..con los que no habían sido fusilados. Por la tarde recibí instrucciones: < Mira Marín, tú ya no puedes ser nunca un buen legionario porque te han matado al hermano y tú has pasado muy malos días .. Hemos decidido, pasarte a la Falange>. (Yo,  pensé, ¡otra vez con la Falange!, pero no había otro remedio). Entonces, el teniente López de Cariñena me entregó al teniente coronel Urrutia que mandaba en la Falange de Aragón. Se portó bastante bien. Le conté el caso y dijo quitándole importancia: <Nada, esto hay que olvidarlo. La guerra, es la guerra; y de ahora en adelante serás un buen falangista>.

Me llevaron a Castillejos. Un mes después ya tenía destino: cubrir las bajas en la sierra de Alcubierre. Salimos dos camiones. Uno dio la voltereta en la plaza de Aragón. De los 22 que viajábamos, 18 resultamos heridos. En el hospital, tres días después, dos falangistas que ocupaban las camas de mi derecha e izquierda, comentaban el fusilamiento. Unos de ellos decía: <Se nos escapó un sujeto que era muy bajo. ¡No he visto tío que corriese más!. Le disparamos mil veces y no lo tocamos>. Yo estaba callado, sin rechistar. ¡Quién les decía a aquellos dos que el fugado era yo ¡.

Repuesto de las heridas me enviaron definitivamente a la sierra de Alcubierre. Había una balsa de agua,  para lavarse, ente los dos frentes. La leyenda era que allí los “rojillos” cogían mucha gente, que tuviésemos cuidado. Pensé: ¡A ver si me cogen! Y así fue. Estuve trece meses con la Brigada de Miaja en Madrid. Los falangistas me cazaron nuevamente, en Peraleda (Badajoz). Me llevaron a Mérida y desde allí, al Picadero donde estábamos 5.000 hombres en un palmo de terreno. Fui trasladado a Pamplona. En la cárcel me encontré con mi otro hermano que estaba en cocina. Dos meses después, a mediados de 1937, el juez me dice que si no tengo dos avalistas del pueblo, con los informes del alcalde no saldré nunca del talego. Le digo: <Pero ¡hombre! Como no los voy a tener. ¿Usted cree que nos han matado por malos?.. pues no lo sé ni yo>. Tuve avalistas, y a la víspera de San José me fui a casa. Tres mese más tarde, la Caja de Reclutas me llama y me envían a Bilbao para hacer la “mili”. ¡Depués de todo lo que había pasado!.


Hace falta, también, que muchas viudas puedan cobrar, antes de morir, una ligera pensión. La guerra no es culpa de los que la hacen. 

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